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martes, 7 de agosto de 2012

ESPÍRITU OLÍMPICO


CITIUS, ALTIUS, FORTIUS
            Me encanta pertenecer a ese numeroso grupo de personas que vemos las Olimpiadas… Y cuando digo vemos, me refiero a que si tenemos un rato que dedicar a la televisión (o que dedicamos aunque no debiéramos, porque a lo lejos nos amenaza Septiembre…) vemos el deporte que nos echen y lo disfrutamos a tope.
            Ese grupo de personas que en una semana hemos visto clavar un salto a una gimnasta rusa, levantar 258 kg a un gigante halterófilo iraní, volar en 400 metros a uno de los pocos habitantes de la Granada caribeña o ver al relámpago Bolt sobrarse en cada carrera. Y a todos nos hace ilusión. Sentimos alegría o pena en función de la actuación de los potenciales medallistas.
            Puede deberse a que son modalidades deportivas que sólo vemos cada cuatro años o en el “sospechoso” directo de Teledeporte, pero a los humanistas nos gusta pensar que nos posee el propio espíritu atávico de las olimpiadas clásicas. Y así, donde los habitantes de la Grecia Clásica prohibían la guerra en época de juegos, nosotros los habitantes de la España actual nos prohibimos durante los juegos a los banqueros, políticos y crisis que forman nuestra guerra particular.
            Y por eso, quiero aprovechar estos minutos que os robo con mi blog, para haceros llegar un mensaje de optimismo. Aunque ahora las cosas no nos vayan bien, si superamos este bache y seguimos en la brecha las cosas nos irán mejor.
            Os pongo un ejemplo olímpico: el saltador de altura ruso Ivan Ukhov, ha ganado hoy la Medalla de Oro en Londres 2012. Pero para él, su vida deportiva no siempre ha sido un camino de rosas.

Desde otro ángulo.


            Deseo haberos animado el día con la promesa de expectativas renovadas, pero me conformo con que no vayáis borrachos al trabajo.
 
Mantened el cuerpo sano y la mente despierta

1 comentario:

  1. Quizás tendría que traducir y mostrar esto a la persona con la que comparto oficina y que hace que esta tenga un penetrante olor a bodega. Por otro lado, para que importunarle, son sus costumbres y hay que respetarlas.

    El tema de las expectativas renovadas está muy claro, no hay nada mejor que vivir todos los días convencido de que el futuro será mejor que el presente, ¡pase lo que pase!

    Termino este comentario tan profundamente reflexivo haciendo unas preguntas a sabiendas de que quizá y sólo quizá no obtenga o no existan respuestas: ¿para cuándo ese kinito fantasma del que siempre se habla cuando nos vemos?¿es fictício?¿hay acaso siempre oculto en la conversación un "yatellamoyoperosinotienesminumero"?¿son conversaciones en las que predomina el "falseo"?

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