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jueves, 7 de marzo de 2013

VIVIR PARA VER


            La humanidad nunca deja de sorprenderme. Somos una especie muy imaginativa. Hemos de reconocer que pase lo que pase a menudo se superan nuestras expectativas. Siempre hay alguien que rompe los tabúes, o que es inmensamente bueno, o que hace algo  que a los demás ni se nos hubiera ocurrido. Llamémoslo el factor “¡no me jodas!”

            Y este factor aparece hasta en las situaciones más triviales, cuando parece que va a ser lo de siempre y resulta que no. Te lo cuentan y no te lo crees.      

            Me acabo de enterar que el programa más visto este lunes (más que los oligofrénicos de Gran Hermano) ha sido Splash!, de Antena 3. El formato no es muy novedoso, se coge a unos famosos, se les dan unas clases durante la semana y en la gala hacen lo que pueden y un jurado variopinto los califica. Pero esta vez en vez de cantar o bailar, nos hemos ido a algo más chorra o más complicado según el sujeto ejecutor: Saltos de trampolín, donde cada famoso elige su salto y la altura desde la que lo hace.

            Salvo lo del trampolín, han copiado el modelo tal cual. De hecho, hasta han conseguido su mala oficial para el jurado, la polémica ex-seleccionadora Anna Tarrés. Si bien el infame Risto Mejide hace de malo, Tarrés directamente lo es.

            Todo normal. Todo como esperamos. La misma mierda de siempre. Pero aquí me descubro ante las mentes pensantes vendedoras de morbo que han ideado este programa: de todos los famosos que podían saltar al agua, el más visto del estreno ha sido el salto de Falete. Con bañador de señora con volantes y tirándose a “lo palillo”. De todos los posibles participantes deciden tirar el primer día al protagonista de los chistes de gordos.

            Y cuando la cosa me pareció insuperable para el primer día me he encontrado con los saltadores del segundo programa y es ahí cuando el factor “¡no me jodas!” me ha dado en la cara. Para el segundo programa va a saltar Serafín Zubiri. El ciego. 
Se ve que no sufrió bastante en Eurovisión en el 2000...
             Y no contentos con eso, además repite Falete.

Somos una especie muy imaginativa, y por lo que se ve bastante hija de puta.

            Ante el ritmo vertiginoso de este programa, tengo muchas dudas sobre quién saltará en el tercer programa. No creo que puedan sorprenderme…
O tal vez sí...
 Somos nosotros contra ellos.

sábado, 2 de marzo de 2013

DJANGO DESENCADENADO



Dicen que la desilusión es la distancia entre las expectativas y la realidad. Mucho se puede esperar de un director como Tarantino, pero su última película, “Django Desencadenado”, hace parecer buena a la infumable “Death Proof”, donde que por lo menos se esforzó en enseñar carne.

En una sucesión previsible y poco convincente de escenas inacabadas, Tarantino rocía de sangre la pantalla mientras reblandece el más clásico western para convertirlo en una cápsula tragable por personas con afán de postureo que se empeñaron en convencerme de que el film era un western moderno, un drama sureño o incluso un alegato de la igualdad de derechos, mientras se tiran el rollo de entendidos de cine por decirse fans del director.

Como televidente que se crió viendo pelis del oeste, jugando con indios y vaqueros de plástico de colores, que tuvo arganboys unionistas y confederados y que con el tiempo heredó las novelas de Estefanía que su abuelo y su vecino leían e intercambiaban, me considero lo suficientemente ducho en westerns como para decir que la peli es un bodrio inasequible para cualquiera familiarizado con el género. 

Quentin Tarantino se merece morir en sus películas por perturbar el recuerdo de John Wayne.
Cállate, o desperttarás a John Wayne...

En su intento de emular a Sergio Leone, se ha desviado tanto que ha acabado copiando el modelo de las horrísonas comedias románticas con una película con un protagonista incomprendido, una pareja que se quiere mucho pero está obligada a separarse y una historia tan predecible donde sobraba todo el metraje. Por lo menos el director de Mi Gran Boda Griega tuvo la decencia de sólo robarnos 95 minutos de nuestra vida y tuvimos la esperanza de un final feliz.

La peli sólo ha servido para aumentar mi odio por un hierático Jaime Foxx (menudo nombre de prostituta mujer que vende su cuerpo por dinero) hasta ponerle en mi lista de enemigos por encima de Macaco. 

           Lo único salvable de la película es el oscarizado papelón de Christoph Waltz.

Somos nosotros contra ellos