A
todos aquellos que habéis seguido este espacio personal os debo una disculpa
por mi dilatada ausencia. Pero por favor, entendedme, con tanta mierda actual
no encontraba nada intrascendente que decir.
He
vuelto a escribir debido a un hecho que espero cada año con ilusión: la
publicación del anuario del baloncesto cántabro.
No
es más que un libro de fotografías donde salen todos los equipos y jugadores de
baloncesto de Cantabria. Este año he tenido hasta suerte, porque tras casi un lustro me han
cambiado la foto y podríamos llegar a pensar que a mejor.
Para
los que no sepan a lo que me refiero, el anuario se reduce a ver en un mismo
libro a los niños un poco más mayores y a los veteranos notablemente más
viejos. Es duro pero cierto.
Y
esto lleva a ver como los niños, que hasta ahora eran un encanto, juegan con
alguno de los veteranos que son unos reconocidos cabrones polémicos.
Aquí
es donde tiene lugar la reflexión: ¿podrán los jóvenes ser los caballeros que
nosotros no supimos ser o se dejarán arrastrar por las malas compañías?
Tras
valorar esta disyuntiva he llegado a una solución personificada en un ejemplo:
Un deportista de élite que militaba en el FC Barcelona, que representaba a
España con la selección, que iba a las olimpíadas, que perteneció al equipo
ideal de alguna competición y era un ídolo para muchos… Por juntarse con quien
no debía ha acabado siendo uno de los delincuentes más infames de este país.
Así
que ya sabéis, nos quedan dos opciones: o cuidar con quien nos andamos (para que no nos digan quienes
somos) o robar tantísimo que nos contraten en Qatar (y su señora sin saberlo).
Somos
nosotros contra ellos.
PD:
Un emotivo recuerdo para José Luis Sampedro, ídolo de cualquier humanista. DEP