Para perplejidad de la
comunidad científica, el Doctor Canavero afirma que ya puede llevarse a cabo un
trasplante de cabeza. Como lo oyes. Coger una cabeza y ponerla en el cuerpo de
otro. Y para consternación de un servidor, abundan los donantes (de cabeza, obviamente).El proyecto ha
sido bautizado como: HeAVen. Es el resultado de juntar tres
palabras: Head (cabeza), anastomosis (unión de unos elementos anatómicos con
otros) y Venture (misión).
Aquí hay mucho que
cortar:
1. Si te cambian la cabeza que te pongan un
cuerpo bueno. Uno que esté delgado y que no se haya drogado. -Que sea de hombre- como pide Valery, un
ruso de 30 años que quiere un cuerpo nuevo para su cabeza. Y si se puede pedir que
tenga una estatura parecida para que me valga el traje y un color de piel
similar, que no quiero marcas.
2. El donante de
cuerpo. Más allá que tiene que ser fresco (no vale descongelar) y voluntario,
¿Qué hacemos con su cabeza? Un poquito de orden que esto no es Juego de Tronos.
Sean Bean clavando el personaje |
Y cuando, en mi cabeza,
el vendaval de ideas era irrefrenable, una nueva información me ha dejado
perdido, muy perdido… Estos experimentos se han hecho desde los años 70 hasta 2010. Historias de monos
a los que se les trasplantó la cabeza: podían ver, oír y hasta
morder... pero no moverse.
Un tal Doctor White,
pasó 4 décadas trasplantando cabezas de monos. La primera vez que tuvo éxito, “la
cabeza trasplantada no sólo abrió los ojos, sino que intentó morderle el dedo
al primero que se le acercó. En ese momento, los más de 30 médicos que habían
colaborado durante 18 horas en la operación empezaron a aplaudir. Por primera
vez en la Historia, aquel 14 de marzo de 1970, la cabeza de un animal se había
trasplantado al cuerpo (descabezado) de otro”. No tengo constancia de que el siguiente
experimento se hiciera con la cabeza y cuerpo sobrantes, pero espero que sí
porque se hubieran ahorrado la mitad de monos (para satisfacción de los
primates).
Pero, “sus polémicos
experimentos no son un buen precedente, aquellos monos sufrían terribles
ataques de angustia y ninguno de ellos vivió más de nueve días”. Pobres
criaturas…
El hombre tropieza otra
vez en la misma piedra, juega a crear vida (en este caso tratando de burlar a
su propia mortalidad) sin recordar lo que le pasó al Doctor Frankenstein con su propio monstruo. La ciencia lo intenta todo, y en este caso tenemos la anécdota
de la demostración de galvanismo: En 1818, en la universidad de Glasgow, el
médico Andrew Ure animó con la
aplicación de corriente eléctrica los músculos de la cara de un asesino recientemente
ahorcado para devolverlo a la vida. Esto maravilló a un auditorio popular hasta
que terminó en un frenético festival de horror cuando, a medida que subía el
voltaje, "se exhibieron las muecas más horribles: Rabia, horror,
desesperación, angustia y sonrisas espantosas unieron su horrible expresión en
el rostro del asesino", narró el propio médico.
¿Os acordáis del novio sin cabeza? Ojo con el ser humano.
No perdáis la
cabeza